Se recomienda a todo varon entre 50 y 70 años de edad, con buena salud y con una esperanza de vida de, por lo menos, 10-15 años. En los casos de antecedentes familiares de cáncer de próstata se sugiere comenzar de forma opcional a los 45 años de edad. La prevalencia del cáncer de próstata aumenta al avanzar la edad, a partir de los 70 años la esperanza de vida disminuye a menos de diez años y los riesgos de muerte por otras causas aumentan. Por ello, y aunque cada caso debe tomarse individualmente, no se recomienda el chequeo rutinario del hombre mayor de 70 años que no presente síntomas, salvo que la detección o el tratamiento del cáncer de próstata modificasen la calidad de vida de los pacientes.
Por supuesto, el urólogo debe incluir una evaluación prostática en la visita de cualquier varón con sintomatología miccional.
Se preguntará por la frecuencia miccional, por la existencia de molestias o dificultades asociadas a la misma, de hematuria (sangre en la orina) etc. También se puede entregar el cuestionario IPSS (International Prostatic Syptoms Score), un baremo de síntomas urinarios y de calidad de vida validado por la OMS, que nos permite tener una impresión de la situación clínica del varón de forma rápida.
La aplicación del tacto rectal como parte de la exploración de rutina está bien establecido. No obstante, la aversión que algunos pacientes sienten por el examen y la falta de sensibilidad y de especificidad de la prueba son sus dos limitaciones. Utilizado aisladamente, no ha tenido éxito para detectar el cáncer de próstata en fase precoz, potencialmente curable, pero en combinación con el PSA tiene un valor incuestionable.
Análisis del sedimento urinario: permite distinguir infecciones urinarias que pueden producir sintomatología irritativa similar a la de los pacientes prostáticos, así como a identificar la hematuria (presencia de sangre en la orina).
Determinación de la creatinina en plasma (permite una evaluación de la función renal): tanto esta determinación como la anterior forman parte de los chequeos rutinarios de salud; por ello es frecuente que los pacientes las aporten en el momento de la consulta al urólogo.
El PSA: es una proteína producida por las células epiteliales de la próstata y, entre otras circunstancias, aumenta su nivel en sangre con la existencia de células tumorales prostáticas. El uso rutinario del PSA en pacientes varones mayores de 50 años se ha recomendado por la American Society of Cancer, la American Urological Association, entre otros organismos, y la FDA también lo ha aprobado como instrumento de detección precoz del cáncer de próstata. Aunque los valores de referencia estándar están entre 0 y 4 ng/ml (ensayo Tandem E), también se han propuesto unos niveles específicos por edad, si bien no han gozado de gran aceptación. El problema es que, en cualquier caso, existe un solapamiento entre los valores de PSA en pacientes con cáncer y en pacientes con hiperplasia benigna de próstata. Es decir, que no es raro que a pacientes con cifras elevadas (generalmente de forma moderada, entre 4 y 10 ng/ml) de este índice se le hagan las pruebas diagnósticas oportunas y no se encuentren células cancerosas; y por el contrario, tampoco lo es que otros varones tengan cifras dentro del rango normal y que padezcan cáncer de próstata. Por ello, se ha sugerido el uso de otras determinaciones (PSA libre, densidad de PSA, velocidad de PSA, etc) para evitar esta incertidumbre, pero esto excede el propósito de un chequeo urológico y ha de ser determinado en posteriores visitas si se requieren.
Es sin duda un instrumento útil en caso de que existan molestias miccionales significativas u otras circunstancias clínicas que lo aconsejen. La medición del residuo (volumen de orina que queda en la vejiga tras la micción) puede bastar en el contexto de un chequeo urológico.
Es una prueba de fácil realización, carente de molestias y reproducible. Tiene como finalidad obtener datos objetivos y cuantificables sobre la dinámica miccional del paciente, puesto que no siempre existe correlación entre la sintomatología y el grado de obstrucción. Consiste en realizar una micción en el flujómetro, aparato que mide el volumen de orina emitida por unidad de tiempo y lo transforma en una señal que puede ser digitalizada o enviada a un polígrafo.
En general, los organismos que promueven los chequeos urológicos recomiendan una evaluación combinada, con mayor frecuencia basada en la exploración física y el PSA, aunque, como hemos visto, pueden incluirse otras pruebas en función de los hallazgos clínicos.
La próstata es una glándula masculina del tamaño de una nuez. Se encuentra situada debajo de la vejiga, rodeando a la uretra, que es el conducto que lleva la orina al exterior. Esta glándula produce el líquido seminal, que, junto con el esperma, compone el semen.
Con la edad, esta glándula puede verse aumentada de tamaño, lo cual ocurre a la mayoría de los varones. Este crecimiento suele, finalmente, causar problemas al orinar debido a la compresión ejercida sobre la uretra cuando la próstata aumenta su tamaño.
Este crecimiento en sí mismo no entraña ningún peligro y por ello se llama "hiperplasia benigna de próstata".
El aumento del tamaño de la próstata comprime y distorsiona la uretra, obstruyendo por tanto el flujo urinario. Los síntomas principales son:
Flujo urinario (chorro) débil o interrumpido de modo que incluso pueden ser necesarios varios intentos para vaciar la vejiga.
Otras enfermedades pueden producir síntomas similares, por lo que un varón con problemas al orinar debe siempre consultar a un médico.
Preguntando a los pacientes sobre sus síntomas, e incluso pidiéndoles que rellenen un cuestionario sobre síntomas para aclarar mejor la naturaleza de los mismos y el grado de incomodidad que conllevan.
Realizando al paciente en la consulta un tacto rectal para comprobar si realmente el tamaño de la próstata está o no aumentado, así como su consistencia.
Llevando a cabo un análisis de orina cultivo de la misma y sensibilidad a antibióticos, así como unos análisis de sangre para ver la función del riñón y los niveles de antígeno prostático específico (PSA), una proteína secretada por las células prostáticas cuyo nivel se eleva en determinadas circunstancias (sobre todo tumores, aunque también en hiperplasia benigna de próstata, infecciones, infartos prostáticos, etc.)
Puede ser necesaria la determinación de las características de la micción mediante la flujometría (prueba que determina los flujos máximo y medio de orina, el volumen de la misma, el tiempo que dura la micción, etc.) y ecografia, para evaluar, entre otros datos, si la vejiga se vacía completamente o no tras
¿Cómo se trata la hiperplasia benigna de próstata?
Sólo es necesario si los síntomas son molestos o existe alguna complicación.
Cada tratamiento tiene sus ventajas y sus desventajas.
Si sólo existen síntomas leves, lo más razonable probablemente sea esperar y observar el desarrollo de los síntomas. El paciente, en estos casos, debe visitar al médico con cierta regularidad para evitar la aparición de complicaciones.
Para este problema existen varios de medicación, las más frecuentes son:
Alfabloqueantes
Inhibidores de la 5-alfa-reductasa
Una intervención de la próstata para tratar esta condición implica la eliminación del tejido prostático crecido. La intervención más común es un procedimiento quirúrgico endoscópico (a través de un aparato que se introduce por la uretra) mediante el cual se reseca la parte de la próstata aumentada de tamaño que presiona y obstruye la uretra. A esto se le llama "resección transuretral" (RTU). Como liquido de irrigación se puede usar glicina o en nuestro caso suero fisiológico (TURIS), con lo que se evitan las posibles complicaciones de la reabsorción de glicina.
CIRUGIA ABIERTA: sólo para adenomas voluminosos.
Si la próstata ha aumentado de tamaño de forma considerable, puede ser necesario llevar a cabo una operación abierta a través de una incisión, con la cual se elimina el tejido prostático que rodea a la uretra, dejando la porción periférica o "cápsula".
La cirugía conlleva obviamente mayor riesgo que el tratamiento médico. Hay que informar siempre al paciente de la posibilidad de complicaciones como la eyaculación retrógrada. Hay estudios que demuestran que hasta un 74% de los hombres experimentarán esta complicación tras la realización de una RTU y es cercano al 100% en la cirugía abierta.
Los beneficios de la cirugía se mantienen mucho tiempo pero, al ser eliminada tan sólo una parte de la próstata (permanece la porción periférica), algunos hombres pueden necesitar con el tiempo una segunda intervención, más habitual en casos de RTU o ITU.
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